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Reflexión personal:
Señor Jesús, vengo ante ti para entregarte mi vida, reconozco que soy un pecador, hoy me arrepiento y te entrego todo mi pasado lleno de miseria, de fracasos, de odios, me siento débil impotente ante esta situación que estoy atravesando (habla con Jesús, siéntelo tan cerca como lo experimentó la mujer samaritana) dile a Jesús: yo te necesito, te abro las puertas de mi corazón y te recibo como mi Señor, Salvador y Liberador de mi vida, cámbiame, me rindo ante ti como soy para que me transformes. Sé que tú me perdonas y me limpias de todo pecado yo no me pertenezco, toma posesión de todo mi ser (piensa por unos minutos en aquel encuentro con la mujer samaritana quien a pesar de todos sus pecados de adulterio, Dios la perdonó y la sanó).
No importa cuál sea la situación de tu pecado, dile: Señor Jesús acércate a mí como te acercaste a la samaritana y dame de esa agua viva que brota hasta la vida eterna. Sana mi corazón herido por los rechazos en las distintas etapas de mi vida, marcado por el dolor, la tristeza, el resentimiento ocasionados por: fracasos, persecuciones, calumnias, traiciones y desilusiones.
Como lo vez es necesario cambiarlo todo, solo tú Señor puedes hacerlo, cambia este corazón de piedra por un corazón sencillo, humilde, comprensivo, perdonador, apacible, haz brotar en lo más recóndito de mi corazón ese manantial de agua viva para que todo mi ser se invada de paz, amor, fortaleza, gozo y felicidad.
Tú dijiste Jesús que quien tenga sed venga y beba y ríos de agua viva correrán por todo el interior; haz fluir esos ríos que tu prometes por todo mi ser para alcanzar la fuerza y el poder de tu Santo Espíritu y vencer todos los obstáculos que se me presentan en mi trabajo, en mi casa, en mi familia, que salga vencedor en la tentación, en la tribulación, en cualquier situación difícil, tú dices que me haces descansar y me guías por tranquilas aguas, que es la paz, la sabiduría, la inteligencia y así poder triunfar en todo lo que emprenda. Hoy te busco de corazón como dice el Salmo 42, 1 “Como ciervo sediento en busca de un río, así, Dios mío, te busco a ti” Amén.